martes, 25 de junio de 2013

Anexo



            Entré al salón como de costumbre, cargando en ambas manos libros, bolsas lapiceros y demás herramientas que me servirían para ese día. -¡Buenos días!- me anuncio al entrar y aunque hay un poco de bullicio, mis oídos ya no conocen más el silencio. Acomodo mis cosas en el escritorio, que se sostiene a duras penas y saco mi lista. Espero a que el ruido disminuya un poco y comienzo a pasar lista. Al terminar, indico al grupo que saquen sus libros y sus libretas para revisar la tarea que dejamos para hoy. -¿Alguien quiere leer el problema?- pregunto esperando tener un poco de suerte y que alguien la haya hecho. Al fondo del salón se ve una mano tímida, pero decidida. Comienza a leer el problema y yo mientas paso por los lugares para asegurar la disciplina. Termina de leer y comentamos en el grupo, que fue lo que entendieron que tenían que hacer, algunas manos responden y yo hago comentarios al respecto, recordamos el tema que ya vimos para poder realizar y resolver el problema, -Alguien quiere pasar a resolverlo al pizarrón?- nadie responde, era de esperarse, así que elijo a alguien al azar, se levanta y con algunas palabras de aliento lo hago pasar. Le doy el marcador y comienza a escribir, les digo a los demás, mientras escribe, el propósito de que pasen al frente y que posteriormente si alguien tiene una manera diferente de resolver el problema, lo comentaremos. Cuando el alumno termina, el grupo le hace preguntas, el explica su método y le anoto una participación. Posteriormente, varios alumnos con distintas maneras de resolverlo, pasan al frente y siguen el mismo protocolo: resuelven, explican y contestan dudas de sus compañeros. Le pido al grupo que copien las nuevas maneras de responder y que hagan un pequeño análisis al respecto. Una vez que han terminado, comienza el bullicio de nuevo, pido orden y les hago ver que mientras más rápido terminen, podrán salir (porque mi clase era antes de receso). Veo a una niña haciendo nada al fondo del salón, mientras todos escriben, me acerco a ella y le pregunto qué le pasa, la respuesta obvia no se hizo esperar -Nada-me dijo, le dije que trabajara y que al término de la clase si quería, podía hablar conmigo. Una vez terminada la actividad, leímos algunas reflexiones y esto nos dio pie al siguiente tema, el cual apenas dimos una pequeña introducción porque el tiempo se estaba acabando, al final revisé la actividad que realizamos en el salón y sonó el tan esperado timbre. La alumna al final del pasillo me contó su problema y le di algunos consejos, pero le sugerí que hablara con su mamá al respecto, y que si no quería le conseguiría una cita con el psicólogo de la escuela. Se marchó más tranquila y al menos pude ver un atisbo de sonrisa en su rostro. Recogí mis cosas, con un poco de trabajo, y me dirigí a la puerta para entrar a un nuevo grupo.

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